Los puentes van pasando...
De pasar de resultarme completamente indiferentes a planear uno tras otro con la mayor ilusión... Es lo que tiene un giro en la vida: primero, marea y desestabiliza y, luego, te recompone y mejora.
Llegó un puente y, de la noche a la mañana, me embarqué en una situación única e inolvidable; ahora, tenía otros planes para éste.
Este puente, de 5 días, iba a ser pura magia.
Como niño que espera la noche de Reyes, así esperaba mi puente; mil planes, ideas... para sólo 5 días, 120 horas que iban a dar de sí más que una goma pero... tanto se estiró que rompió. Al final, el puente cayó por el desfiladero de 621 km y se estrelló contra el suelo, haciéndose añicos y rompiéndose en tantos pedazos que ya no hubo forma de recomponerlo pero... aún diferente, el puente transcurrió, se celebró y liberó que, al fin y al cabo, es el objetivo último de las minivacaciones, un minidescanso; un minidescanso en familia_ tan necesario_ en naturaleza, en libertad y aislamiento elegido. Puente que, pese a que no lo había planeado así, pese a esperar un cambio inesperado, sirve para cargar pilas, coger aire y seguir haciendo frente a la temporada porque... La vida sigue!
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