El viajero analista
A los nueve años descubrió este grandioso libro. Se lo regalaron por su cumpleaños en su lengua original y le costó un mundo "descifrar" sus palabras... aún así, fue un regalo que la maravilló!
Con los años, llegando a su adolescencia, volvieron a regalárselo, esta vez en castellano; comenzó a leerlo, sin poder dejarlo hasta terminarlo; a pesar de conocer su contenido, la atrapaba la grandiosa historia narrada... Desde entonces, siempre ha velado sus frágiles sueños acomodado sobre su mesita de noche, generándole la necesidad de releerlo frecuentemente, incluso a día de hoy; cada pocas semanas se embriaga de sus páginas, descubriendo nuevos matices en sus manchas de tinta cada vez... creando una verdadera delicia!
Su historia... tan simple en la forma y tan compleja y maestra es su fondo!
Cómo describe, estudia, analiza, escrutina cada suceso!
Para ella, tiene un final no escrito.
Él regresa.
Tras decidir irse y alejarse, saturado de su presente, para conocer otras formas conviviendo con situaciones diferentes pero sin conseguir olvidar su pasado ni lo que dejó atrás.
A pesar de lo que encuentra, algo sigue hurgando en su interior sin permitirle el olvido y, regresa.
Regresa a su planeta... con sus tres volcanes, sus tres puestas de sol diarias, sus baobabs y, su rosa. No, ella ya no... ella se marchitó sin él, no logró aguantar su marcha y se secó. A él le cuesta creerlo, siempre pensó que estaría a su regreso; no se había planteado, si quiera, esa pequeña posibilidad pero, en el interior del biombo, sólo encontró el polvo de la belleza que fue para él.
Le sorpendió la realidad pero, entendió que, con su decisión, nada volvería a ser lo mismo... su viaje le cambió para siempre, le enseñó para siempre, le sirvió para siempre... Y, ahora, en su recuerdo, siempre llevará a su zorro y a su rosa... ambos, llenos de ternura y fragilidad, miedos y pseudofortaleza, tan distintos y tan iguales que, desde que llegaron a su vida, le marcarán su camino, de ahora en adelante... En su pequeño planeta volverán otras rosas, otros zorros y, muy a su pesar, la vida continúa, regresarán los bellos atardeceres que, de vez en cuando, le harán pensar en ellos.
Para ella, de forma muy metafórica, es la vida.
Un aprendizaje que, a modo tradicional inglés, no tiene otra forma que las lágrimas para interiorizar cada paso; un aprendizaje que, más allá de la lucha por conseguir una meta, con palabras y decisiones, cambia un sueño... y, Calderón, los sueños... sueños son.
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